EL DOBLE FANTASMA DEL PICO MACHORRO

 Guadalajara está llena de historias de fantasmas contadas entre pastores de generación en generación. En el libro «Antologia de leyendas de la literatura universal», de Vicente Garcia de Diego, encontramos muchas de nuestra región


Gracias a los trabajos del etnologia de Jose San y Diaz, natural de Peralejos, nos han llegado multitud de historias y leyendas de la Guadalajara profunda. La que ahora recogemos fue incluida por Vicente Garcia de Diego en su magnifica obra Antologia de Leyendas de la Literatura Universal, en el tomo III de la edicion de 1958.

En los espesos pinares que se extienden desde el cerro de San Felipe, en las fuentes del nacimiento del Tajo y Jucar, hasta la Muela de Ribagorda y Peralejos de las Truchas, todos los pastores que cruzan con frecuencia esta zona, saben que desde las cumbres se oyen tristes lamentos, alaridos nocturnos, a veces acompañados de una niebla densa, sobre todo en los riscos del pico Machorro, de coordenadas 40°34’07.6″N , 1°55’55.0″W.

Dicen que existe un un doble fantasma, mitad hombre y mitad mujer, que vaga por esas cumbres, y aterra con su vista a los pastores y caminantes, que, despavoridos corren a refugiarse en sus cabañas. 

Y tambien dicen que es el espíritu maldito de Bonifacio Draga, guarda forestal de esos montes, que mató a su mujer creyendo que lo engañaba con otro hombre. 

La historia, convertida en leyenda, es la siguiente: Bonifacio y su esposa, recién casados, se fueron a vivir a lo más espeso del monte, distantes de los caminos transitados. El era guarda forestal y ella ama de casa, en la soledad del pinar. 

pero les duró poco tiempo la felicidad, porque el guarda, siempre sano y robusto, empezó a sentir que un mal desconocido minaba su salud, sufria unos sudores frios y viscosos, perda peso, y poco a poco iba consumiéndose, hasta quedar exhausto. Parecia que su vida se apagaba poco a poco, y empezaba a tener neurastenias y manias, producto de su soledad y aislamiento. 

Consultó a todos los curanderos y saludadores de la comarca y todos coincidían en que su mal era producido por maleficios de su esposa, que lo había embrujado. Empezó a correrse el rumor entre los vecinos que su mujer lo envenenaba con hierbas y pocimas de hechiceria que echaba a sus comidas. Le decian que estaba embrujado por los hechizos de esa mala mujer, pero Bonifacio estaba seguro de su amor, y repudiaba todas esas calumnias que se decian sobre ellos. 

Pasaron las semanas, y seguia sin recuperarse de su mal. De vez en cuando se acercaba algun amigo a saber de él. Pero en una ocasion, alguien le comentó el deseo de enviudar de su esposa para poder casarse con un molinero de la comarca, con el que le era infiel, y del que se había enamorado. 

Al guarda, ciegamente enamorado de su esposa, le costaba creer aquella infamia, y nada se atrevió a decirle, prefiriendo callar y vigilar a su mujer. Pero su enfermedad iba en aumento; una fiebre ardiente le devoraba y se sentía morir de dolor. 

Y asi transcurrieron cinco años llenos de dolor, soledad, amor y sospechas. Los pocos amigos y familiares que iban a verle insistían en hacer responsable de sus males a aquella mujer, y le aconsejaban que la echara de casa antes que acabara con él. Pero en la última visita, cuando le salieron unas manchas azules por la piel, le llegaron a decir: «Si a pesar de todo lo dicho no quieres creer a la familia, si insultas a los amigos por abrirte los ojos y deseas arrastrarse a los pies de esa mujer como un perro moribundo ¡que te lleve el diablo!»

La desesperacion lo ahogaba. Sufría horriblemente, la idea de separarse de su esposa no podía aceptarla ni por un momento, porque sin ella la vida no tenía para él ningún aliciente. Puesto que iba a morir, prefería que ella también muriese ¡del molinero, no sería nunca! y fue acariciando esta idea, ya fija, que llegó a obsesionarle hasta no poder apartarla de sí. 
Y esa tarde, vio entrar a su mujer que acababa de terminar sus ocupaciones, esperó a que se acercara a abrazarle y entonces le echó al cuello sus manos y apretando con fuerza la ahogó, costándole a él también la vida

Pasados varios días, un cazador encontró los dos cadáveres fuertemente abrazados, y allí mismo les dio sepultura. Desde entonces corre la leyenda del doble fantasma, del guarda forestal y su mujer fusionados en un abrazo, que vaga por los pinares con los tristes gemidos de sus almas en pena.

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