1495 UNA CRUZ EN EL CIELO EN LA MUERTE DEL CARDENAL MENDOZA

 El cardenal Mendoza siempre fue un fiel devoto de la figura de la santa cruz. En el momento de su muerte en su palacio en Guadalajara, cuentan que se apareció una cruz entre las nubes, y que fue vista durante varias horas.

Don Pedro González de Mendoza, nació y murió en Guadalajara. Era hijo del célebre marqués de Santillana, don Iñigo López de Mendoza. Fue denominado como el Gran Cardenal de España, Canciller supremo del gobierno de los Reyes Católicos, y considerado por sus contemporáneos como el tercer rey de España

El cardenal Mendoza nació el tres de mayo de 1428, festividad de la Santa Cruz. Esta efeméride le marcó desde jóven, ya que procesó una gran devoción hacia la cruz, un fervor religioso que quedó reflejado en todos sus actos y decisiones a lo largo de su vida. 

Ya en su escudo cardenalicio se distingue la Santa Cruz, una cruz patriarcal, como signo de su devoción. 

Las crónicas de la época relatan que el cardenal Mendoza, bajo el mando de los Reyes Católicos, llegó a colocar personalmente la Cruz Primacial sobre la Torre de la Vela, en la Alhambra de Granada, el 2 de enero de 1492, culminando la reconquista y explusión de los mulsulmanes de la Península Ibérica. Manda en su testamento que esta Cruz se custodie para siempre en la Catedral de Toledo y no salga nunca de ella salvo para procesiones. Esta cruz tiene 55×30 cms. y allí aun se sigue conservando como una de las joyas de la catedral. 

Fundó muchas instituciones, y todas ellas bajo el nombre de la cruz: construyó el colegio de la Santa Cruz en Valladolid, la gilesia de la Santa Cruz en Sevilla, el Hospital de la Santa Cruz en Toledo, y reformó la iglesia romana de la Santa Cruz de Jerusalem, donde cuentan que en esa obra los obreros encontraron entre los muros una caja de plomo que guardaba la tabla que Pilatos mandó poner en lo alto de la cruz, sobre la cabeza de Jesucristo, con el texto escrito «Jesus Nazareno, rey de los judios», (Juan,19:19) y que fue guardada allí por Santa Elena, madre de Constantino. 

Murió en Guadalajara el 11 de enero de 1495, a los 66 años, tras una penosa enfermedad que los médicos diagnosticaron como un «postema en los riñones» (hinchazón y acumulación de pus), ya que orinaba con sangre y pus, y tenía dolores renales y fiebre continuada. Quizá se tratara de un cáncer de riñón. 

Aconteció que el día de su muerte, casi al amanecer, estando en el palacio de los Mendoza, lindando con la Iglesia de Santa Maria, apareció sobre el edificio una gran cruz blanca de Jerusalem, grande y luminosa, de unos cuarenta codos de largo (unos 16 metros; 1 codo castellano son 0,418 m.) a vista de toda la ciudad. Todos los vecinos testigos del prodigio se reunieron en los alrededores del palacio para rezar y arrodillarse, en espera del fatal desenlace. 

Se dice que el primer testigo de esta aparición fue Bernardino de Mendoza, Conde de Coruña, que comunicó al cardenal lo que acontecía, y que la veia suspendida en el aire, entre los cipreses del huerto, a través de su ventana. Mandó que se dijese una misa, donde con un crucifijo en la mano recibió la extrema unción. Transcurridos dos horas del tiempo que duró la misa, la comunión sacaramental, la extrema unción y la recomendación de su alma, el cardenal falleció, momento justo en que la cruz desapareció del cielo. 

El cronista Nuñez de Castro en su «Historia de la Ciudad de Guadalajara», añade algo más de esta aparición, ya que, apenas desapareció la Cruz que se mantenía en los aires, en las losas del patio del palacio de los Menzoza, apareció formada con la hierba crecida una cruz milagrosa, que no han logrado borrar ni deshacer, y que él mismo es testigo que con el paso de los años sigue creciendo la hierba verde en forma de cruz entre las losas del patio secas por las junturas. 

Está enterrado el cardenal Mendoza en la Catedral de Toledo, en un magnífico mausoleo. 


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